Capitulo
3
Orcos
De todas las criaturas del mundo el orco es, dejando
de lado al Cagarnejo multicolor, la
más estúpida. ¿Sanguinario?, sí; ¿malévolo?, desde luego; pero por encima de
todo estúpido. El más inteligente de ellos no se podría medir con el más tonto
de los seres humanos, pero a veces nacen rarezas.
Greeler caminaba sin prisa por el corredor, el gran caudillo Hang el Blanco le había mandado llamar. Greeler era el chaman de la tribu de Orcos Blancos del Monte Grimfang y, por desgracia para él, el más inteligente, mas
aun que su señor y esto hacia que no se relacionase bien con el resto de la
tribu, que por lo general no le entendía cuando hablaba, era el único en la
tribu que sabía hablar perfectamente, pero procuraba hablar mal adrede para
integrarse con los demás (aunque no lo conseguía) y por si los oídos de Hang
estaban cerca, al caudillo no le gustaban las cosas que se salían de lo común
en la tribu, por lo general las hacía desaparecer, y el chaman sabia que él por
alguna razón se salía bastante de lo común; para ser un orco, era demasiado
inteligente y para formar parte de cualquier otra raza era demasiado maligno;
se podría decir que en ocasiones “Madre Naturaleza”
da un salto evolutivo demasiado grande, pero por suerte “Destino” y “Sino” siempre
están alerta, dispuestos a echarle una mano ejecutora a “Madre Naturaleza”, en este caso “Sino”
descubrió a Greeler y “Destino” lo
apunto en su agenda para esa noche.
El chaman entró en la gran sala de audiencias, que
en realidad era solo una caverna algo más amplia que las demás, y se encamino
hacia el trono de piedra ocupado por su señor.
-Mi señor,
¿me habeiz llamado?-
Hang lo miro ceñudo y tras un breve silencio dijo:
-Greeler
¿te divertez?-
El chaman trago saliva, pero se repuso rápidamente
sin dejar ver el pánico que asomaba ya en su interior.
-Mi señor,
que quierez dicir-
-Tu metez a
umano con mint…minit…monota, con toro manzo, yo preguntar zi tu divertez ya
biendo pelea-
Después de decir esto se seco una gota de sudor que
le caía por la frente, había sido una frase muy larga, normalmente le bastaba
con decir “tu vivez” o “tu muerez”, pero esta vez el comportamiento del chaman
le había intrigado (dentro de las posibilidades de un orco), al menos teniendo
en cuenta su alianza con Vlad, y sabiendo que el vampiro estaría un tiempo
alojado con ellos; lo cual no le gustaba a Hang, los vampiros se alimentan de
sangre y si bien la de orco sabe terriblemente mal, en tiempos de vacas flacas se
podían alimentar de cosas incluso peores.
-Bueno, mi Zeñor, ya zabez que el minotauro
ezta bajo mi control, y como andamos ezcazoz de calabozoz librez, penze que…-
-¡¿Penzazte!?-
La voz del caudillo trono por toda la sala. Su cara
era una máscara de piedra.
-Ningun
orco penzar, zolo yo-
Tomo aire, pensó un poco la siguiente frase y
continuó.
-Tu dezir,
aliar con Vlad; yo dezir, ok. Pero bampiro alimentarze y zi no tener umanoz
alimentarze de orcoz-
Se sentó en el trono un poco mareado por el esfuerzo
de pensar y miró al chaman esperando una respuesta. Greeler miró a su caudillo
sentado en el trono de cráneos, y pensó que su piel era de un verde mas lechoso
de lo normal, se fijo en su enorme cabeza coronada con el tocado de plumas y
helechos de caverna, una de las venillas moradas de su frente estaba más
hinchada de lo normal, como de pasada vio dos pequeñas marcas cerca de su
yugular, Vlad no era el único vampiro que pululaba por los dominios de Hang,
tan solo era el único del que el caudillo tenía conocimiento; tendría que
hablar con el conde mas tarde para que controlase a sus vasallos.
Greeler tomo aliento, para dar la respuesta que
esperaba su señor, pero justo en el momento que abría la boca uno de los
guardias de las celdas irrumpió a toda velocidad en la sala, el chaman se fijó
en que tenía una mancha de sangre enorme en el pecho, el peto de cuero que
usaba de armadura estaba desgarrado por varios lugares y tras el dejaba un
rastro de gotas de sangre negra como la noche.
Al llegar a tres pasos del trono de calaveras hincó
una rodilla en el suelo.
-Mi Zeñor,
prezoz huir.-
Hang abrió los ojos como platos.
-¿Ke
prezoz?-
-Toro y
umano.- El guardia se tambaleaba peligrosamente hacia los lados, Greeler se dio
cuenta de que el charco de sangre crecía muy rápido debajo de sus pies.
En la sala
habían cuatro guardias mas, todos ellos miraban el oscuro charco de sangre que
crecía bajo el guardia orco, todos menos Hang; el caudillo ignoraba
deliberadamente al orco que se tambaleaba cerca del trono, tenía toda su
atención puesta en Greeler; su atención, su ceño fruncido formando una “M” y
sus ojos, que estaban tan encendidos que parecían iluminar la zona allí donde
se posaban, en este caso Greeler.
-¡¡WAARGH!!- El limitado repertorio lingüístico del
caudillo acababa de estallar en mil pedazos, ahora solo quedaba una neblina de
ira, en su pequeño cerebro solo había un concepto claramente definido: Matar,
matar y matar.
Aderezó el grito y el estallido de ira desenfundando
su mazo de guerra, y entonces salto hacia el Chaman.
El mazo tocó el suelo dejando una profunda huella en
el lugar donde Greeler había estado tan solo unos segundos antes; ahora se
encontraba corriendo por un pasillo que esperaba llevase a los calabozos, solo
le habían quedado dos opciones, correr o morir; opto por correr obviamente,
además escogió la variante de “dándole los pies en el culo” o, lo que en
algunos dibujos optan por representar como un punto en la lejanía seguido por
una estela de polvo.
Se oyó en la lejanía un terrible grito de
frustración, redobló energías al pasar junto a unos sorprendidos goblins, giró
una esquina y atravesó como una exhalación lo que antes fue la robusta puerta
del calabozo, por lo menos el día anterior era bastante robusta, ahora solo era
un montón de astillas en el suelo.
-Mierda, mierda, mierda- En ningún momento freno su
carrera; se llevó la mano al amuleto que tenía en el cuello, su secreta fuente
de poder, la razón de la alianza con Vlad.
Por fin llegó a la celda, vacía, todo lo que debía
estar dentro no estaba. Hizo un recuento mental del anterior contenido de la
celda. “Un minotauro, un bárbaro y una puerta a prueba de minotauros”, la
puerta se encontraba en el pasillo, encima de lo que, tras una breve
inspección, supuso era uno de los guardias, se dio la vuelta para reemprender
su “carrera por la vida” y se topó con otro de los guardias tirado justo a la
salida de los calabozos, al entrar no lo había visto, se detuvo para
inspeccionar la extraña apariencia del cadáver. “Sin sangre, a juzgar por la
palidez de su cara” se toco los dientes con la punta de la lengua en un gesto
pensativo. “ahí están, las marcas de mordisco” Vlad o uno de sus ocultos
vasallos. “pero, ¿Por qué?”
No le quedaba mucho tiempo, Hang ya habría mandado
tras él a algunos de sus guardias. De repente tuvo una sensación extraña, como
si algo muy sutil acabase de cambiar o desplazarse cerca de él.
-Vlad te essperra- La voz venia de detrás suya, pero
eso era imposible, estaba seguro de que al entrar no había nadie más con vida,
¿Cómo había llegado un vasallo de Vlad allí?
Se oían gritos en la lejanía, alaridos de dolor, que
llegaban rebotando por las paredes de los pasillos; no sabía si acababan de
producirse o los escuchaba ahora que la adrenalina de la huida se desvanecía
para dejar paso al miedo.
Greeler hubiese querido correr, pero sabía que no
llegaría lejos, así que se dejo conducir de vuelta a la gran sala de audiencias
aferrando con fuerza el amuleto triangular de su cuello.
“El poder tiene un precio” le había dicho Vlad, y él
como un idiota aceptó aun así el poder, en forma de talismán.
“Me pregunto si considerara el pago suficiente o
querrá uno más”
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